19 de julio de 2009

15 de julio de 2009

Perversión

Era un día gris. Estaba en la iglesia, rezando. No sé, pero estaba melancólico. Rompí en llanto. Estaba muy desesperado y decidí ir a un bar, dispuesto a emborracharme. Rápidamente estaba allí, y eso que el lugar estaba a dos kilómetros de distancia.
El bar era moderno. Pedí mi primera cerveza en la barra.
-"¿Por qué esa tristeza?", me preguntó la chica que me atendía.
Con voz dramática le respondí: "Estaba enamorado de una monja, pero murió hace dos meses; el del convento que está a tres cuadras de la iglesia.
-"¡Epa! ¡Una monja!", exclamó.
-"¡Uy! Si vieras, estaba rebonita", le dije, con felicidad. "Ahora, lo único que me queda es colocarle flores, en el cementerio".
Ante aquellas intensas miradas que nos intercambiábamos entre la cantinera y yo, y luego de cuatro cervezas, empezamos a bailar.
Con su cintura junto a la mía, me empezó a seducir.
"¡Ah! ¡Tú serás la próxima!", pensé.
Entretenidamente y divertidamente la pasamos durante toda la noche.
Soñar no cuesta nada. Diez minutos después, desperté.